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jueves, 24 de enero de 2019

Introducción al arte occidental del siglo XIX. Carlos Reyero. Ed. Cátedra.

El libro escrito por el profesor Carlos Reyero es una excelente guía -necesariamente breve al ser una introducción- para navegar entre las múltiples manifestaciones artísticas de un siglo tan apasionante y variopinto como lo fue el siglo XIX.
En pocos momentos de la historia se ha producido una eclosión tal de estilos, escuelas y creadores.
Desde finales del dieciocho -cuando maduró el cambio de paradigma artístico- hasta prácticamente la Primera Guerra Mundial -tras la cual saltaron literalmente por los aires muchos de los éxitos decimonónicos- los cambios fueron profundos y constantes. La portentosa transformación social que se produjo a impulsos de la industrialización supuso una modificación sustancial en la manera de entender y de vivir todos los aspectos de la realidad.
El autor no pretende profundizar en ello (el libro es un "Básico" aunque sea de Cátedra, no una Summa Artis), pero si es capaz de trazar con mano firme unos rasgos, unos trazos esquemáticos, un esqueleto de la realidad suficientemente certero y preciso como para que el lector sepa cuáles fueron y por qué los puntos esenciales de desarrollo del arte en Europa y además lo hace con un estilo fluido y agradable de leer que incita a la búsqueda y profundización personal (siempre imprescindibles en cualquier tema).
En el libro se analizan, en solo diez capítulos, los elementos esenciales.
La formación del "gusto", modelado por el apasionado re-descubrimiento del arte de la Antigüedad y por las consideraciones apreciativas de los filósofos ilustrados más representativos, sin olvidar el nacimiento de las exposiciones abiertas al público, el auge de los museos y de la historia y crítica del arte. El arte, desde que se convirtió en patrimonio social se movió impulsado por revoluciones (de todo tipo) y constituyó , incluso, en diversos momentos, un verdadero agente de propaganda tanto del poder vigente como de aquellos grupos que aspiraban a obtenerlo y transformar la sociedad. ¡Innegable su peso como herramienta para cambiar mentalidades o transmitir ideas!.
El romanticismo, potente respuesta a las rigideces ilustradas y clásicas, trajo consigo una nueva imagen del artista y del valor de su obra, pero no solo eso: fue el germen de una libertad inspiradora y creativa que derrumbó academicismos y encorsetamientos consiguiendo que el arte se internase por sendas de rápida y constante transformación, a un nivel como nunca antes se había visto.
La industrialización y sus excesos también tuvieron contestación a través de movimientos artísticos que plasmaron su idealización del pasado (más soñado que real). Neo-goticistas, nazarenos, prerrafaelitas, simbolistas.....quisieron dejar constancia de que no todo lo que traía el progreso era deseado y que junto con los cambios constantes también llegaron diversos e indeseables "monstruos".
Con todo, la idea y la vivencia -arrasadora y desconcertante- de progreso permanente, la sensación de que el avance y el poder del Hombre -en casi todos los ámbitos- ya no tendría ya freno, hizo que los artistas europeos inmersos en esa realidad  se preocupasen por mostrar en sus creaciones la constante transformación vital y técnica del momento.

Cambiaron temas y enfoques y también técnicas y modos de ver.
Hay una profunda transformación de la mirada.
El impresionismo que nació en Francia acabó impregnando a los artistas de toda Europa y marcó nuevos caminos de exploración e innovación constante. Se desarrollan las vanguardias.
La eclosión de tantas ideas, el surgimiento de tantas escuelas o de tantísimas teorías estéticas hacen muy difícil las categorizaciones que siempre anhelan los que analizan la historia cultural (y también, por comodidad, los que nos acercamos a ella con reverencial curiosidad) pero, como muy bien señala el profesor Reyero: "ni los estilos, ni los movimientos culturales, ni las grandes teorías estéticas ni las agrupaciones de artistas sirven completamente para encasillar de manera excluyente las obras, los creadores o las aspiraciones de una época. Eso no quiere decir que no deban tenerse en cuenta. Fenómenos como el Neoclasicismo, el Romanticismo, el Realismo, el Esteticismo o el Impresionismo, por ejemplo, han sido y son objeto de análisis, pero no funcionan como sistema de clasificación y menos aún para todas las artes" (p.12).
Reyero tiene la virtud de contarnos la historia del arte del siglo XIX como una historia fluida y profundamente interconectada, lo que hace que puedan intuirse mejor sus complejidades y el por qué de muchas de las cosas en ella sucedieron.
Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al artista o artistas referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser un homenaje y una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.
Texto:  Javier Nebot

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