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martes, 26 de febrero de 2019

Sophie Anderson (París, 1823-Falmouth/Cornualles, 1903)

Dentro de la pléyade de pintores victorianos que intentaron, con mayor o menor éxito, paliar los horrores estéticos que produjo en distintos medios la industrialización, figura Sophie G. Anderson. Aunque su padre fue un arquitecto francés y ella nació en Paris, se la suele considerar como artista inglesa tanto porque su madre lo era como porque buena parte de su vida la pasó en Gran bretaña y se vinculó con diversos aspectos de la cultura anglosajona. En 1848, huyendo de la turbulenta y revolucionaria sociedad francesa, ella -junto con su familia- emigró a los Estados Unidos.
Allí conoció y se casó con el pintor británico Walter Anderson.
En 1854 se trasladó a Inglaterra y en 1855 ya exponía en la Royal Academy.
Algunos expertos la vinculan al movimiento prerrafaelita, aunque en realidad sus obras beben más en la  típica pintura costumbrista, realista -y académica-, que en los verdaderos presupuestos que intentaron seguir los prerrafaelitas. Abundan en sus lienzos los temas considerados como típicamente "femeninos": retratos de infancia -más o menos idealizados-, damas en distinto grado de ensoñación o de nostalgia, gatitos, pajaritos y maripositas por doquier así como algunos seres medio míticos, medio fantasiosos (sin ser Mrs. Anderson una pintora especializada en el mundo de la hadas (Fairy art), mundo que tuvo adalides mucho más vigorosos, tal y como podremos ver en futuras entradas de este mismo blog). Su arte es el arte amable, kind art, bien ejecutado y con abundantes admiradores en su época.














Todas las imágenes y/o vídeos que se muestran  corresponden al artista o artistas referenciados.
Su exposición en este blog pretende ser un homenaje y una contribución a la difusión de obras dignas de reconocimiento cultural, sin ninguna merma a los derechos que correspondan a sus legítimos propietarios.
En ningún caso hay en este blog interés económico directo ni indirecto.

jueves, 14 de febrero de 2019

Movimientos artísticos: Los prerrafaelitas.

A mediados del siglo XIX surgió un nuevo movimiento pictórico en Inglaterra: el Prerrafaelismo.
Fue fundado por tres jóvenes e inquietos pintores que, para renovar el arte, según sus arrebatados criterios, decidieron juntarse en una selecta hermandad: La Hermandad Pre-Rafaelita, PRB (Pre-Raphaelite Brotherhood).

John Everett Millais (1829-1896), William Holman Hunt (1827-1910) y Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) quisieron buscar a través de una idealizada mirada al pasado -especialmente de la mítica Edad Media, más propia del Romanticismo del siglo XIX que de la verdadera historia- la autenticidad y la pureza estética que ellos daban por perdida en las formas académicas de su época.







Como es lógico, la nueva manera de ver la realidad que intentaron plasmar en sus lienzos los prerrafaelitas no convenció a todos por igual. Fueron muchos los críticos del momento que despreciaron al nuevo movimiento y que efectuaron críticas muy negativas respecto algunos de sus cuadros hoy más significativos. También, claro, tuvo adalides de la talla de John Ruskin, uno de los popes culturales del momento.

El movimiento, como veremos a lo largo de diferentes artículos, no fue muy prologando (alrededor de diez años), pero su influencia, sí lo fue
De hecho, podemos encontrar obras atribuidas a este estilo hasta bien entrado el siglo XX. 
Sin duda, el mundo amable e idealizado que representaban en muchas de sus pinturas tuvo un público fiel y entregado entre sus coetáneos y entre todos aquellos que deseaban encontrar en la pintura un bálsamo para los sentidos más que una herramienta de propaganda o concienciación política. 
Con todo, sería un error pensar que los prerrafaelistas se conformaron con un simple y preciosista decorativismo. 
No, hay, en muchas de sus realizaciones, complejos simbolismos que permiten lecturas profundas, más allá de las implicaciones estéticas más obvias.  




Desde luego, tenemos que reconocer que los pintores que siguieron las pautas prerrafaelistas no fueron precisamente ejemplos de lo hoy consideramos vanguardias; tampoco sus aportaciones al mundo del arte fueron tan arrasadoras como si lo fueron las de los impresionistas y los movimientos pictóricos posteriores, pero eso no debe impedir reconocer que su perfeccionismo casi hiperrealista y sus planteamientos estéticos y temáticos produjeron algunos alardes a valorar muy positivamente.

 También hay que poner en valor su capacidad (al igual que en el caso de los simbolistas y los nabis) para el tratamiento pictórico de esa parcela espiritual -a veces casi visionaria- que reclama el alma humana y que ellos supieron como pocos expresar. Por eso, entre otras muchas cosas, tuvieron y tienen todavía numerosos admiradores y seguidores y las exposiciones que se realizan hoy en día con sus creaciones son éxitos seguros de público.




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Sugerencia de lectura:

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