-Post del 18 de diciembre del 2018. William Blake.
-Post del 26 de febrero del 2019. Sophie Anderson.
-Se actualizará-
Un siglo apasionante en todas sus manifestaciones artísticas y culturales.
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La Revolución Americana.
AMÉRICA ENCIENDE LA PRIMERA MECHA.
Las colonias británicas de Norteamérica tenían el claro hándicap de la distancia.
Cinco mil kilómetros de océano dificultaban la comunicación con la metrópoli. Pero la distancia no era sólo física sino también social: las sociedades que habitaban a un lado y otro del Atlántico se configuraron de forma muy distinta y su posterior evolución implicó un distanciamiento cada vez mayor con el paso del tiempo, por muchos y muy diversos motivos.
Gran Bretaña, incluso siendo uno de los países más evolucionados de Europa, se movía todavía con pautas de sociedad aristocrática y estamental, mientras que en América empezaba a predominar una clase alta y media que quería imponer otros valores. No es que no hubiese ricos y pobres – desde luego no se trataba de la encarnación de Utopía-, pero no existía una aristocracia hereditaria (la que había residía en la metrópoli) ni tampoco el peso de una iglesia que pudiese apoyar determinado e inconmovible establishment.
La idea de que si uno trabajaba y se esforzaba podría mejorar su situación personal, más allá de las condiciones de su nacimiento o de su riqueza, caló extraordinariamente en suelo americano (hasta el extremo de que todavía hoy hay gente de aquellos lares que se la sigue creyendo). Entre 1764 y 1775 se produjeron toda una serie de desencuentros entre el gobierno de Londres y sus súbditos norteamericanos (las 13 colonias estaban sujetas al llamado “Pacto colonial”), desencuentros que provocaron un extraordinario avivamiento de sentimientos independentistas y otros muchos conflictos que acabaron estallando en una guerra y una ruptura definitiva de relaciones. ¿La espoleta?: una subida de impuestos, pero también crispó los ánimos la prohibición de que los colonos se estableciesen en nuevos territorios situados más al oeste, lo que hizo temer que el gobierno inglés pudiese querer venderlos para pagar los gastos de sus guerras en el continente europeo (contra Francia).
Tanto la llamada “Ley del Timbre” (Stamp Act, impuesto sobre sellos, documentos públicos y prensa, 1765) como la “Ley del Té” (impuesto sobre diversos productos además del té: vidrio, plomo etc.) consiguieron aunar movimientos de rechazo y la conciencia de que los “americanos” debían tener voz propia (1) fue creciendo a velocidad exponencial.
Las protestas que se desataron contra los nuevos impuestos fueron, dentro de la más pura tradición autoritaria, reprimidas con contundencia lo que contribuyó a enardecer todavía más los ánimos (desde luego, no consiguieron en absoluto aplacarlos). El 16 de diciembre de 1773 un grupo de colonos disfrazados de indios Mohawk, asaltaron un barco perteneciente a la Compañía Británica de las Indias Orientales y lanzaron por la borda todo su contenido de té: cientos de fardos de la preciada mercancía fueron a parar a la bahía de Boston para alimentar a los peces.
El gobernador inglés se lo tomó muy mal y ante su reacción desproporcionada otras colonias se sumaron a la causa. En el I congreso continental de 1774 (5/9/1774), reunido en Filadelfia, con 51 delegados de las 13 colonias, se acordó el derecho de éstas a decretar su propia legislación y se asumieron funciones de auto-gobierno. También se autorizó el reclutamiento de un ejército para oponerse a la opresión británica poniendo al frente del mismo al propietario de una plantación de Virginia: George Washington.
En agosto de 1775, Gran Bretaña declaró a las colonias americanas en estado de rebelión.
El 4 de julio de 1776 (desde entonces fiesta nacional norteamericana), las colonias respondieron con otra declaración: por doce votos a favor, ninguno en contra, y la abstención de Nueva York, los delegados aprobaron la Declaración de Independencia americana (El II Congreso continental, de nuevo en Filadelfia, heredero del primero, comenzó sus reuniones en Mayo de 1775 y organizó a los estadounidenses en la guerra contra Gran Bretaña).
La importancia y trascendencia posterior de la Declaración de Independencia fue enorme.
Para diversos historiadores fue el “precedente de todo”, ya que surgió un nuevo estado que se regiría por valores e instituciones inspiradas en el pensamiento liberal e ilustrado, en las antípodas de lo que sucedía en Europa. La guerra no fue algo breve: se alargó durante ocho años y fueron muchos los estados europeos que jugaron un papel en la misma (franceses, españoles y holandeses apoyaron a los colonos en la esperanza de favorecer sus propios intereses, o perjudicar los de los ingleses, más que por verdadera comprensión ideológica).
Las fuerzas rebeldes estuvieron en muchas ocasiones a punto de ser derrotadas (2), pero al final triunfaron y en 1783 se firmó en París la Paz de Versalles en la que Gran Bretaña reconocía la independencia de las 13 colonias (y en el que Francia obtenía Tobago y Senegal y España, Menorca y la Florida, pero no el dichoso Gibraltar perdido en 1713).
Pocos años después, el 17 de septiembre 1787, los representantes de las trece colonias se reunían de nuevo en Filadelfia y aprobaban la que sería la primera constitución escrita de la historia (3). La carta magna norteamericana entró en vigor en el verano del siguiente año certificando de forma oficial el nacimiento de los Estados Unidos de América (un hecho esencial y determinante de la historia contemporánea mundial). ¿Consecuencias? Como he mencionado antes, muchas y muy importantes... y las veremos en el próximo post.
Notas:
(1) A nivel político los norteamericanos contaban con muy poca autonomía. No poseían representación en el Parlamento británico, de ahí que muchos colonos respondieran con el lema de: “Ni una imposición sin representación”. Ya que a las colonias no se les permitía elegir miembros del Parlamento tampoco tendrían por qué soportar la imposición de unos impuestos sobre los que no habían tenido ni voz ni voto.
(2) El ejército inglés era mucho más grande –unos 20.000 hombres, que se fueron incrementando paulatinamente- y estaba, lógicamente, bastante mejor pertrechado que el norteamericano –aprox. 8000 hombres- que hubo que formarlo con voluntarios (muy patriotas, pero indisciplinados) y que contaba con un equipamiento bastante inferior. El conocimiento del terreno y las dificultades de la metrópoli para seguir abasteciendo a su ejército (amén de la ayuda de algunas potencias europea) pusieron las cartas a favor de los rebeldes. La victoria de Saratoga, el 17 de octubre de 1777, fue el espaldarazo definitivo a favor de los americanos aunque no supuso ganar la guerra que se alargó hasta 1783.
(3) Sobre la Constitución americana existen multitud de estudios especialmente desde el punto de vista político y jurídico. Para una visión general ver el link de Wikipedia:
Constitución de los Estados Unidos - Wikipedia, la enciclopedia libre
Declaración de Independencia: Texto completo | CNN
“No son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo, los que proporcionan la felicidad”
Thomas Jefferson
Este post y los que le seguirán pretenden realizar un breve acercamiento al tratamiento cinematográfico de dos acontecimientos históricos de inusitada trascendencia por su impacto en la configuración del mundo que denominados “moderno”: la Revolución/Independencia norteamericana y la Revolución francesa.
Si podemos convenir en que el Renacimiento fue derribando, poco a poco, las pautas propias de la Edad Media (al menos dentro del contexto europeo), la Ilustración y los movimientos sociales derivados de la misma supusieron el ocaso de las estructuras y modos de hacer propios del Antiguo Régimen.
El siglo XVIII, conocido comúnmente como el Siglo de las luces, trajo consigo la germinación y el subsiguiente desarrollo de una serie de ideales que, aun siendo puramente europeos, implicarían el definitivo derrumbe del mundo antiguo y el inicio de una modernidad que afectaría a todo el planeta. De una forma que resulta aún hoy sorprendente, se puso en marcha una cosmovisión que modificó la manera de entender la vida no solo en la civilización occidental sino en todos los países del mundo (aunque fuese en distintos grados y a diferentes velocidades).
Resulta evidente que tal incendio cultural no se inició con una única “mecha”, pero igual de evidente resulta, también, que todas las “mechas” que contribuyeron a ello procedieron de forma exclusiva del entorno europeo (considerando como tal, a todos los efectos, a los Estados Unidos, “hijos” intelectuales y sociales de la cultura Europea). Por eso mismo, los hechos históricos acaecidos en este contexto geográfico adquirieron un peso inusitado en la configuración de la historia mundial, y reconocerlo no implica, de ningún modo, loas euro-centristas, sino una mera y necesaria constatación de la realidad histórica…a pesar de algunas voces críticas que pretenden ser “políticamente correctas” y que ven en todo hecho histórico causa y excusa para un mea culpa cansino y constante.
La historiografía actual ha acreditado suficientemente realidades incontrovertibles al respeto, aun teniendo en cuenta las diferentes opiniones e interpretaciones que se puedan tener o desarrollar sobre ellas. Como he mencionado en líneas anteriores, procuraré hacer una breve aproximación a los acontecimientos fundamentales de la Historia que, a finales del XVIII, originaron una serie de transformaciones de todo tipo que consiguieron configurar el mundo actual tal y como es hoy, y señalar algunas películas ilustrativas de esa época y acontecimientos.
Por descontado, soy plenamente consciente de la imposibilidad de resumir todos los elementos claves: la abundancia de los mismos, a muy diversos niveles (históricos, políticos, sociales, culturales, científicos etc.), es de tal magnitud que la mera mención de algunos presupone, necesariamente, y sobre todo en una serie de breves posts como éstos, la omisión de otros. Pero, con todo, creo que sí es posible establecer una cierta “columna vertebral” que muestre los hitos fundamentales, las pautas esenciales, los aspectos más destacados de lo que se ha venido a llamar por algunos historiadores, de manera general, “la época de las revoluciones”.
Análisis y estudios sobre los tiempos modernos los hay de todo tipo y de extraordinaria profundidad y calidad (1). Aquí, desde luego, solo pretendo recordar y valorar los aspectos más significativos de aquellos acontecimientos que marcaron el final del sistema estamental y el inicio de lo que se ha convenido en llamar el “mundo moderno” (2): En ese sentido, no cabe duda de que tanto la revolución americana como la revolución francesa fueron las espoletas que iniciaron la demolición del “Ancien Régime” y marcaron unos caminos de transformación social que no tuvieron, a pesar de algunos intentos “reaccionarios”, vuelta atrás.
Debido a los límites prudentes de este formato expositivo, quedarían para otro momento el análisis de las pautas fundamentales de lo que se conoce como la tercera gran revolución, la industrial, una revolución que supuso cambios estructurales decisivos para la eclosión definitiva de los cambios sociopolíticos que se iniciaron con las otras dos: El desarrollo de la técnica dinamitó, tanto o más que las innovaciones filosófico-políticas, la sociedad de la época y convirtió en irreversible, por lo que parece y hasta ahora, el “sentido” de la Historia y su teórico “progreso”.
Si, como he tenido oportunidad de hacer en otros blogs, vinculo la historia al cine es porque considero que éste es una herramienta muy útil y complementaria para la “visualización” del pasado ya que, sin duda, vivimos en la época de la imagen y ya nada es ajeno a ella (y mucho menos el imaginario colectivo).
No es que piense hacer una apología del tipo cine versus historia, no, claro que no. Sería una batalla perdida antes siquiera de iniciarse. Desde mi punto de vista y aunque el cine se ha servido en múltiples ocasiones de la Historia como fuente de argumentos (3), éste casi nunca ha tenido la pretensión de dar “lecciones” de Historia (porque excepciones, haberlas haylas, sin duda) y la Historia, como ciencia social que es, no puede recurrir al cine más que como apoyo didáctica o recreación artística (que precedentes hubo con la pintura histórica del siglo XIX).
Giuseppe Abbati , pintor italiano de estilo cercano al impresionismo (grupo de los Macchiaioli ), estudió con su padre, Vincenzo Abbati . ...